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Ave enjaulada


Las notas provenían de un local adyacente, era una melodía conocida y agradable, de seguro la había escuchado. En una de las bancas que daban frente a mí, se había sentado una esbelta mujer, con un cabello castaño y lacio, su rostro parecía contenido mientras jugaba con sus dedos. De pronto sus ojos empezaron a llorar, yo mientras tanto, empezaba a distinguir la canción que seguía sonando, era mi enfermedad en la versión de Fabiana Cantilo. Al parecer a ella le hacía un eco tremendo ya que desbordaba lágrimas mientras pronunciaba en silencio la letra de la canción. Comenzó a jugar con sus pies y las hojas del suelo, sin reparar en el río de lagrimas que brotaba de sus ojos, ¿ el dolor va a terminar? como cantaba Cantilo, tal parece que no por ahora, al menos no para ella, la única frase que cantó y con todo su corazón fue "tendrías que aprender a pedir perdón", y el dolor pareció irse, su rostro volvió poco a poco a una lozanía envidiable, era una mujer muy hermosa, secó sus lagrimas con un pañuelo y miro al cielo esperanzada.

Por todo Santiago y el mundo se escuchan estás explosiones en las que se liberan sentimientos, tristeza, alegría ya sea en silencio o no. Las imagino de colores adornando el cielo, y haciendo un mapa desde las alturas. Así liberamos nuestros esclavos, que se adherían a nuestro pecho.

Apagué el cigarrillo y le sonreí y ella a mí. Tal parece que su ave interna ya ha elevado el vuelo.


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