Voy...
Rosalía solía decirme cuan sola se sentía, en más de una oportunidad y sin ninguna razón aparente a mis ojos, comenzaba con un llanto suave en un principio, como el rocío de la mañana, para luego poco a poco empezar a gimotear y terminar en un llanto en el cual no cabían dudas de la autenticidad de sus motivos, me obligaba a sentir una pena con ella, mezclada a su vez con una lástima que me hacía una extensión doliente de su persona.
Cuanta soledad hay en mi alma se repetía mientras se alejó de mi por los pasillos del hotel.
Ya era mi segundo año como administrador del Gran palace hotel de Las Cruces en el litoral central; cabe destacar que el nombre solo trataba de aminorar la suerte maltraída que arrastraba el lugar hace un tiempo atrás producto entre otras cosas, de la mala gestión y que innegablemente los turistas cada vez prefirieran más a las playas de Algarrobo y sus alrededores.
Esas playas son el nuevo boom le oí decir a Gerardo, el botones del hotel. En realidad, era una especie de comodín, podíamos contar con su ayuda para casi cualquier cosa, no por nada le encantaba que le dijeran MacGyver y fanfarroneaba con que nunca había quedado pillo con nada.
Un momento, debo detenerme, debo tragar saliva, reconozco que aún me cuesta contarlo…
Esa tarde MacGyver falló, no pudo abrir la puerta de la habitación 314, tardamos demasiado. Lo que recuerdo es que desde el pasillo escuchábamos amor eterno de Juan Gabriel el laureado cantante mexicano.
Esperen, necesito agua, me cuesta demasiado revivir esas imágenes.
…
Su cuerpo… su cuerpo se balanceaba, carente de todo calor y teñido de un color violáceo. Era Rosalía y a su vez no lo era. Sus otrora ojos verdes estaban mezclados con un rojo profundo víctimas de la presión, Gerardo se tomó su cara y se desplomo en la cama sin decir palabra, mientras yo sostenía su cuerpo y le besaba sus piernas que tanto me gustaban.
¿Por qué Rosalía?
Así como yo no pude sacar de aquel abismo a mi amada, así como la última gota de vino recorre mi boca sin lograr hacer sentirme mejor, así como esta sensación de vacío se imprime en mi alma, yo mismo me iré entre los recuerdos de un amor que creí perfecto, que soñé perfecto, pero solo mi maldita ceguera me impidió ver la cruda verdad que hoy me desgarra.
No será la primera vez que MacGyver no pueda abrir una puerta, esta noche me encargaré yo de eso.